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Cuando conocí el primer desmovilizado de una guerrilla

Se acerca el fin del conflicto, al menos así lo dicen los que creen saberlo, los que dicen que esta guerra tiene ya 50 años. Debo decirles que las palabras desmovilizado, guerrilla, firma de paz, acuerdos y  reinserción, entre otras no son palabras nuevas para mí… las escucho en mi casa desde que mi cerebro guarda los recuerdos y es gracias a que mi abuelo es el último comandante vivo de las guerrillas de los años 50; de las guerrillas de Guadalupe Salcedo y digo que es último porque otros comandantes como el ya murieron sin que el Estado les diera un lugar especial en el desarrollo de la primera paz que se firmó en el país, ¡mi abuelo es el último!.

Quintiliano Barreto combatió contra los “chulavitas” siendo apenas un joven liberal que se enlistó en la guerrilla de Guadalupe Salcedo con ideas para lograr un mejor país y junto a él muchos hombres que querían borrar la desigualdad. El joven Quintiliano mejor conocido como “Quinto”,  de ojos azules y de piel muy blanca por algún gen colonizador, pronto se destacó entre sus compañeros y llegó a ser uno de los comandantes de bloque de Guadalupe Salcedo.

En la sala de la casa cuenta como aprendió estrategias para atacar puestos de Policía por allá en 1950 – 1952, dice los detalles de cómo con sus hombres dieron muerte a los “godos” y como se reunían con el líder de aquella época para lograr ese tan anhelado cambio, porque dice mi abuelo que los intereses de aquella guerrilla no eran como los intereses de las guerrillas de ahora, los de antaño eran libres de algunos vicios.

Para el 15 de septiembre de 1953 la guerra acabó con la firma de la paz en Monterrey Casanare, en otros municipios algunos bloques hicieron lo mismo pero la concentración principal ocurrió en Monterrey, ese día uno a uno entregaron sus armas bajo un sol picante, vestidos con cotizas, pantalón remangado y con sombreros como buenos llaneros, algunos delgados pues la guerra no fue fácil y se pasó hambre no era una guerrilla financiada como las de ahora.

Lo que paso con ese primer grupo de desmovilizados en el país es que firmaron un acuerdo ese día (ver foto) llamado “Constancia de presentación” allí les pedían comprometerse con cuatro puntos (cita textual – el tiempo ha hecho estragos en él)

  1. Contrae compromiso solemne de no intervenir nuevamente en asuntos de carácter subversivo.
  2. Se compromete a dedicarse a trabajos lícitos y a observar intachable conducta.
  3. Si fuere sorprendido con armas y haciendo parte de grupos guerrilleros, perderá el derecho a la gracia concedida en la presente constancia y será juzgado conforme al procedimiento legal.
  4. Todo cambio de domicilio debe comunicarlo a la autoridad militar del lugar.

A mi abuelo y unos ciento cincuenta hombres aproximadamente (no tres mil como muchos dicen) después de firmar la “constancia de presentación” les entregaron aquel día herramientas para labrar la tierra, básicamente un barretón y una peinilla, una caja de mercado, una muda de ropa nueva con sus respectivas cotizas y  unos 50 centavos que en aquella época de acuerdo a mi abuelo servían para hacer un mercado de los buenos para algo más de un mes.

Con esa “ayudita” y la promesa de todos de no estar más en situaciones que estuvieran en contra del orden público y de los intereses del Estado, estos hombres llaneros o de origen boyacense se establecieron y lograron fundar Monterrey (Cas) y otros municipios; fueron personas de bien, comerciantes, labriegos, hombres de familia, ganaderos y mi abuelo hasta llegó a ser alcalde municipal.

Ya muchos han muerto, queda apenas un puñado de hombres que aun ve a mi abuelo y lo saluda con orgullo: ¡comandante Quinto! Entonces, como verán todo este asunto de firmas de paz, desmovilizados, reinserción y comandantes guerrilleros no es nuevo para mí, sólo pertenece a una paz antigua que se firmó y que algunos desconocen y otros olvidaron.

Preocupa ahora qué tipo de compromiso se firmará con la paz que viene y me refiero a la firma individual de cada guerrillero, cuántos centavos recibirán los que se desmovilizan, cuánto apoyo tendrán para que no vuelvan por tentación o por necesidad a la guerra, cuántos de esos hombres y mujeres llegarán a ser ciudadanos colombianos correctos y útiles para la sociedad como mi abuelo.

¿Cuántos de ellos serán llamados un día en el futuro y entre risas “comandantes”?

Fotografías: propiedad de la familia Barreto – Ramírez

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