Ambiente

La Palmita en Trinidad, una reserva natural sostenible

El portal WWF, Fondo Mundial para la Naturaleza, publicó recientemente un artículo sobre la reserva de la sociedad civil “La Palmita”, ubicada en Trinidad, lugar que llama la atención por su belleza e inigualable remanso de biodiversidad y santuario de animales silvestres, por su connotación ambiental y territorial publicamos el artículo, el cual nos invita a conocer esta maravilla ubicada en Casanare.

Cualquier colombiano que quiera conservar los valores naturales de un predio propio, puede inscribirlo como una Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC) del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Aquí la historia de los Mora Fernández, una familia que le apuesta a la protección de la naturaleza y a la producción sostenible.

Para la familia Mora Fernández, vender La Palmita, ese predio que compraron hace más de 30 años en el municipio de Trinidad (Casanare), jamás fue una opción. Ni en la época en la que las empresas petroleras llegaron a ofrecerles dinero por explorar sus tierras y acabaron dividiendo la finca con una carretera que se declaró de uso público sin su consentimiento; ni en el momento en el que algunos arroceros terminaron invadiendo una parte del terreno. Tampoco en los años en los que la violencia los hizo huir de la región y, al regresar, se encontraron con que terceros se habían apoderado de un pedazo de la finca.

“¡No! ¡Nunca vamos a dejarla!”, concluían César Mora y Flor Marina Fernández, cada vez que se reunían con sus hijos para hablar del futuro de ese lugar en el que los vieron pasar todas sus vacaciones del colegio, aprender a montar a caballo, correr detrás de las garzas, explorar los caños en búsqueda de güíos (anacondas) y recibir instrucciones para manejar el ganado. El mismo lugar que inspiró a Carolina a convertirse en bióloga; a Flavio, en ingeniero civil con interés por la administración de sistemas de producción; y a Catalina, en artista plástica con una inclinación por explorar temas de naturaleza en su obra.

“Fue muy doloroso ver la transformación de la zona. Ver máquinas arrasando todo. Nosotros queríamos conservar. Crecer en medio de la naturaleza nos hizo más sensibles con ella”, dice Carolina, hija mayor de César y Flor, para explicar que los cambios en los predios vecinos los motivaron a actuar para evitar que el suyo corriera el mismo destino.

Una Reserva, una salida

En 2007, tras evaluar posibilidades, los Mora Fernández entraron en la Red Colombiana de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (Resnatur), una entidad que “agrupa a personas y familias que en algún momento tomaron la decisión voluntaria de convertir sus propiedades en una RNSC. Quienes crean una reserva eligen el cuidado de un pedacito de tierra en este mundo como una forma de vida, y son la muestra de que la gente puede aprender a vivir de otra manera”, dice Marcela Santamaría, coordinadora técnica de Resnatur.

Al unirse a Resnatur, los Mora hicieron el primer mapa de zonificación del predio, definieron la visión para su reserva y establecieron el primer plan de manejo. “Allí nos encontramos con gente que, como nosotros, quería conservar lo que tenía y fue muy emocionante”, cuenta Carolina, quien fue la encargada de guiar a su familia en el camino de las alternativas de protección para las 400 hectáreas de sabanas inundables y las 250 hectáreas de bosque de La Palmita.

Posteriormente, en 2011, se inscribieron en el Registro Único Nacional de Áreas Protegidas (RUNAP), un proceso que les permitió convertirse en una Reserva Natural de la Sociedad Civil del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, un paso que, según Santamaría, significa ser tenidos en cuenta por el municipio al que pertenezca el predio para participar en procesos de planificación y en iniciativas que tengan impacto ambiental. “Es como una cédula para negociar en esos aspectos. Son determinantes ambientales, tienen voz y voto”.

Luego, en 2014, dieron el siguiente paso: crear una fundación con el propósito de establecer un centro de investigación que les permitiera generar conocimiento sobre la diversidad biológica y social de la región, “además de innovar en el sector agropecuario y la conservación en la Orinoquia”, agrega Catalina, la artista plástica, la que se ha empeñado en crear su obra alrededor de las fotografías de su infancia en La Palmita y de la conexión sensorial con los animales, los granos y la tierra.

Ella, justamente, es la subdirectora artística de la Fundación, donde se ha encargado de conectar el arte con la biodiversidad: primero, con la publicación de un libro ilustrados sobre las transformaciones del paisaje en la región con la editorial de la fundación La Palmita; y segundo, con una estrategia para integrar el arte y la ciencia. “Tenemos un programa comunitario para hablar sobre restauración participativa y monitoreo a las escuelas cercanas; una escuela de artes y oficios; un centro de documentación y una oferta de turismo científica-cultural”.

Pero el trabajo de Carolina y Catalina estaría incompleto sin el de Flavio, el encargado de los números; una posición que según él, le ha enseñado que es posible tener un sistema de producción ganadera sostenible. “A mí me interesa producir, pero me duele ver la transformación de la tierra. En ese sentido, el plan de manejo que hicimos con WWF, nos permitió darle un enfoque muy acertado al trabajo, y convencernos de que era posible proteger la tierra”, afirma, haciendo referencia al apoyo que la organización les ha dado para establecer sus objetivos de conservación.

El trabajo de los tres, sumado al liderazgo y el espíritu emprendedor de César y Flor, no solo les permitió quedarse con la propiedad a pesar de las dificultades, sino hacer con ella una contribución a la conservación de los ecosistemas de la Orinoquia. De hecho, esa motivación los llevó a consolidar la Asociación de las Reservas Naturales de la Sociedad Civil de la Orinoquia, una red que se opone a que los intereses económicos de distintos sectores sigan destruyendo las riquezas naturales.

“La lucha de las familias que están en el territorio es grande. Nuestros hijos han buscado fuentes de financiación y conocimiento para continuar con este trabajo. La única forma es asociarnos”, dice César, mientras Carolina concluye diciendo que “creemos en nuestras diferencias y, de la misma manera en la que hemos llegado hasta aquí, vamos a seguir construyendo cosas para Trinidad, la región y el país”.

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