Para un soldado sus principales columnas son Dios, la familia y el Ejército; por eso, ni la distancia, ni el tiempo, ni mucho menos el coronavirus son obstáculos para que un héroe cumpla una misión.
El sargento primero Ricardo Ladino Pardo sirve al país desde el Batallón Especial, Energético y Vial N.° 14, en el municipio de Fortul, Arauca. Tenía todo planeado para viajar en este mes de mayo a compartir la etapa más importante y especial de su hija, sus 15 años, acontecimiento que sería celebrado como toda niña sueña: con una gran fiesta y rodeada de amigos y familiares; sin embargo, la COVID-19 todo lo cambió.
Esta pandemia, que ha paralizado la vida social en el mundo entero, no logró detener la ilusión y el entusiasmo de este soldado, que en sus más de 20 años de carrera militar ha aprendido a no darse por vencido y siempre cumplir con sus propósitos. Esta vez su principal amenaza era el coronavirus, pero su objetivo primordial, hacer inolvidable los 15 años de su hija Nahir; por eso, creó una nueva estrategia para lograr cumplir esta misión.
Sin perder tiempo y con la agilidad y disciplina que caracteriza a quienes portan el pixelado, el sargento Ladino Pardo se las ingenió para acompañar muy de cerca a Nahir en su celebración. Así que coordinó todo para que, en su vivienda en Suesca, Cundinamarca, se alistara una torta y las notas del vals, mientras que él desde una vereda en Fortul, Arauca buscaba la forma de no perderse aquel instante.
Vestida de azul y arreglada como lo había soñado, Nahir celebraba su gran día con su familia en casa, cuando a su puerta llegó un regalo muy especial: una comitiva de soldados que en representación de su padre le dieron una serenata con tres hermosas canciones: Tu sangre en mi cuerpo, de Ángela Aguilar y Pepe Aguilar; No crezcas más, de Tercer Cielo, y Quince años, de Johnny Rivera.
Al finalizar la serenata, Nahir se sorprendió mucho más. ¡Su padre también estaba allí! La distancia no fue obstáculo para compartir ese día tan especial, y, aunque este soldado de la patria se encontraba en una zona rural muy lejos de su casa, sacó provecho de la tecnología para que su hija tuviera unos 15 años realmente inolvidables, una auténtica celebración virtual. Él desde su pequeña oficina, había preparado todo un escenario de fiesta, con una pancarta que decía: «No podré compartir este día contigo, pero siempre estarás en mi corazón».
El suboficial, con su voz entrecortada, pero con toda su mística militar, leyó el discurso que tenía preparado, y al final agradeció a sus soldados y al Ejército Nacional por facilitarle los medios para estar cerca de su hija: «Ustedes son mi familia en este momento. ¡Ajúa!», cerró en medio de aplausos. La misión estaba cumplida.